A lo que toque
un cierto fatalismo, que le permita estar siempre dispuesto, como un caballero,
a perder todo en cualquier momento.
(Adolfo Bioy Casares - El sueño de los héroes)
Charles Bellamy fue un famoso pirata Inglés. Al tomar una embarcación daba discursos a la tripulación invitándolos a que se unieran a él. “...se someten a ser gobernados por las leyes que han hecho los ricos para su propia seguridad… nos difaman, los bergantes, cuando sólo existe esta diferencia: ellos roban a los pobres amparándose en la ley, por supuesto, y nosotros despojamos a los ricos bajo la protección de nuestro propio valor. ¿No sería mejor que fueras uno de nosotros y no te arrastraras tras los culos de esos villanos que te emplean?”.¹
Bellamy optó por rebelarse a la hipocresía del orden social de su época, afirmando que era un hombre libre con tanta autoridad para hacer la guerra al mundo entero, como cualquiera que tenga un centenar de barcos.² Poniendo en evidencia que no es otra cosa que la fuerza la que sostiene el orden y quien la tenga podrá hacer cumplir sus propias leyes.
Durante el verano de 1717 Bellamy asaltó las costas norteamericanas y escapó tras perder un combate con un barco francés. El galeón de treinta y seis cañones dejó su embarcación destrozada. El pirata acampó en las costas de California por un tiempo y desapareció con el botín sin dejar rastros.
La historia de estos hombres nunca es del todo veraz y siempre llena de malentendidos. No obstante, nadie duda que iban “a lo que toque”.³ El precio de su libertad era el azar de encontrar una presa, la violencia del combate y el riesgo de morir en la horca. Se requería ser muy temerario para salir al mar declarando la guerra al mundo entero. Sin dudas, el deseo de libertad de aquellos como Bellamy era mucho mayor que su miedo a la muerte y navegaban dispuestos a perderlo todo en cualquier momento.
El faisan de los pantanos,
cada diez pasos, picotea,
cada cien pasos toma un sorbo de agua.
No desearía nunca estar encerrado en una jaula
aunque le trataran como a un rey.
Jamás sería feliz.⁴
Rechazar el confort de la ciudad y la cárcel de sus leyes es una forma reconocida de libertad, sin embargo hay otras que no requieren lanzarse al mar y declararle la guerra al mundo.
La soledad de los sabios es aquella forma de libertad que exige un retiro del mundo hasta el punto, quizás, de rechazar la propia humanidad. “Un buda es alguien que encuentra la libertad en la buena y mala suerte”.⁵ Buda significa “el que está despierto”, es un estado de no afectación, no perturbación. Éste estado no es exclusivo del budismo, ya que puede encontrarse también en textos clásicos chinos: “El hombre verdadero de antaño se acomodaba a la escasez, no se enorgullecía con el éxito, no actuaba con planes. Un hombre así erraba sin arrepentirse, acertaba sin vanagloriarse”.⁶ A diferencia del pirata, el sabio no es que “esté dispuesto a perderlo todo”, sino que asume como punto de partida que no posee nada, por lo tanto, no hay nada que perder. Es apolítico, apático, se encuentra dentro del cosmos como parte del cosmos y sabe que morirá eventualmente, pero eso tampoco le afecta. “El que camina libremente por el infinito, ¿de qué podría depender?”⁷
Chuang Tzu fue un sabio chino del 300a.c. se empeñaba en no hacer, en no juzgar, no aferrarse a nada y no servir para nada, celebrando así su inutilidad.⁸
Mientras que los piratas querían acomodar el mundo a sus deseos, el sabio se acomoda al movimiento del mundo y gana su libertad mediante la renuncia:
La tierra me ha dado mi cuerpo,
me ha dado la labor de mi vida,
el ocio de la vejez
y el descanso de mi muerte.
Lo que me impulsa a amar la vida
me impulsa a amar la muerte.⁹
Al tomar la vida con gratitud, como si fuera un regalo, el sabio no la juzga. Todos los asuntos humanos son pequeñeces, son parte de un juego que no es el gran juego del cosmos. Todos los pequeños saberes humanos no se comparan al gran saber del universo y su permanente cambio. El sabio va “a lo que toque” siempre con una sonrisa, sea malo o bueno, porque, de algún modo, comprende que nada dura excepto el cambio, que todo es impermanente.
Para aquellos que no están dispuestos a hacerle la guerra al mundo o a retirarse de los asuntos humanos, existe la opción de contentarse con la vida humana y sus altibajos. La vida romántica busca la libertad en la aventura, abraza el placer y soporta el dolor, busca el sentido en la intensidad.
Dícese que Jerjes ofreció una recompensa a quien encontrase un nuevo placer para él
Y yo creo que fue tarea difícil, ciertamente, y que tuvo que costar un tesoro a Su Majestad.
Por mi parte, yo soy solo un poeta moderado y que gusta del amor auténtico (lo que llamaré ociosidad)
y no me interesan los placeres nuevos, ya que los de siempre me bastan y complacen sobradamente.¹º
Byron muestra en estos versos como aquel hombre, el más poderoso del mundo, rey del imperio Persa, no lograba contentarse con todos los placeres a los que podía acceder -que de seguro eran muchos y variados- y precisaba nuevos. Un hombre desmedido, esclavo de sus deseos, no puede llamarse completamente libre. Por eso es difícil el hedonismo de la vida romántica, porque fácilmente puede convertirse en exceso o en hastío. Byron, como buen romántico, toma estas ideas de los griegos, para quienes la libertad era algo muy importante: no ser esclavo de otra ciudad, de los que nos gobiernan, o incluso de las propias pasiones era un tema fundamental.¹¹ A esta desmesura del tirano, el poeta le opone su moderación, que descansa en una fascinación por el mundo, que le permite contentarse sobradamente con los placeres que todos ya conocemos. ¿Es esto un conformismo? Podría serlo, pero creo que no lo es. Contentarse con la vida no quiere decir entregarse a la quietud o resignarse, es reconocer su verdadero valor, es entusiasmarse con la vida. Don Juan, el héroe Byroniano, era un hombre apasionado y agradecido. Disfrutaba de los placeres que le llegaban, pero no trataba de aferrarse a ellos, emprendiendo siempre nuevas aventuras y comprendiendo que la vida es movimiento.
Pocos mortales saben lo que se proponen,
Pero ya sea gloria, poder, dinero o amor,
el camino es asombroso y, si la meta
ya ha sido alcanzada, uno se muere ¿y qué?¹²
Mientras que los piratas necesitaban vivir en oposición a los hombres para ser libres y los sabios liberarse del mundo humano y sus pasiones, el romántico no puede evitar amar a los hombres con sus defectos y virtudes, busca su libertad dentro del mundo y no puede dejar de ser afectado por los asuntos humanos aunque, a veces, sufra. Para él no hay cielo ni felicidad sobrehumana, la felicidad es, simplemente, estar de acuerdo con la existencia que lleva.¹³
El romántico sabe que puede perderlo todo y se arroja “a lo que toque”, tan solo, porque el camino es asombroso.
2- Cf. Ibíd.
3- Expresión usada cuando alguien optaba por la vida pirata. Cf. Ibíd.
4- Chuang Tzu. Pág 71
5- Bodhidarma - Enseñanzas Zen Pág 49
6- Chuang Tzu - Pág 110
7- Ibíd. Pág 32
8- Ibíd. Pág 89
9- Ibíd. Pág 114
10- Lord Byron - Don Juan. p118
11- cf. Foucault M. - Entrevista La ética del cuidado de sí como práctica de la libertad.
12- Lord Byron - Don Juan p133
13- Cf. Camus - El verano en Argel
Bibliografía
RANKIN H.F. - La edad de oro de la piratería - Doncel, Madrid 1972
CHUANG TZU, Trotta, Madrid 2005
LORD BYRON - Don Juan Unidad Editorial, Madrid 1999
CAMUS A. - Bodas, El verano, Sudamericana S.A. Buenos Aires, 2011
FOUCAULT M. - Entrevista La ética del cuidado de sí como práctica de la libertad.
BODHIDARMA - Enseñanzas Zen - Kairós, Barcelona 2005