Para qué ser un Estoico

Si llevas a cabo algo bello con esfuerzo, el esfuerzo se va,
pero lo bello permanece;
si llevas a cabo algo vergonzoso con placer, lo placentero se va,
pero lo vergonzoso permanece.¹

A ustedes, que se dicen epicúreos porque gustan de muchos y variados placeres, vamos a ponerlos a prueba con las ideas estoicas. Epicuro afirmaba que el bien y el placer eran la misma cosa. Los estoicos lo rebatieron con un simple silogismo:


El placer nos invita como si fuera un bien; pero si uno toma como premisa mayor conocida la de que todo bien es preferible y añade a ésta otra premisa conocida, la de que algunos placeres no son preferibles, hemos demostrado que el placer no es un bien, lo no conocido por medio de lo conocido.²  


Habiendo demostrado por contradicción la falsedad de la afirmación de Epicuro, no podemos ya identificar al bien con el placer, entonces: ¿Qué es el bien? 

Según Epícteto la esencia del bien es la mente, la ciencia y el pensamiento correcto.³ Es en la parte racional del hombre donde se encuentra el bien. Esta parte se distingue de los instintos y apetitos que compartimos con los demás animales. Por eso, si actuamos sólo como fieras u ovejas estamos echando a perder nuestra humanidad, desperdiciando nuestra razón. El bien es, entonces, usar la razón, lo que permite vivir en armonía con la naturaleza, que nos ha dotado de esa razón y que por esa misma razón se regula. Y usar la razón es, por un lado, vivir conforme a las virtudes: sabiduría, templanza, justicia y valentía; y, por otro lado, no vivir de acuerdo a los vicios: demencia, incontinencia, injusticia y cobardía. Pero hay, además, otro orden de cosas, las cuales no son ni buenas ni malas, por ejemplo: la vida, la muerte; la fama, la deshonra; el dolor, el placer; la riqueza, la pobreza; la enfermedad, la salud, etc. Estas últimas no dependen de nosotros. Cualquiera puede caer en la pobreza o la enfermedad sin ser responsable de ello. Para dejarlo bien claro, para los estoicos el placer es neutro, no va a hacernos ni bien ni mal, en todo caso puede ser preferible pero no puede compararse o ser parte del mismo orden de cosas buenas que son las virtudes. El estoico no necesita ninguna otra cosa que la virtud para ser feliz: <<La virtud, para vivir bien, a sí misma se basta>>. ¿Por qué se basta a sí misma la virtud? Porque es lo único que depende realmente de nosotros, de nuestra libertad y de nuestra razón. Por ejemplo: si alguien es enviado a la cárcel, no se ve privado de soportar la prisión. Es decir, uno no puede estar seguro de que no será encarcelado, porque eso depende del juez, pero el coraje para soportarlo sí depende de uno mismo. No nos daña el ser encarcelados sino el no poder soportarlo. Pero, ¿Cómo entrenamos para soportar algo como la prisión?: Acostumbrándonos a la virtud. Es cuestión de costumbre, la virtud es una cierta disposición permanente generada por la razón y entrenada por el hábito. Es decir, mientras más acciones virtuosas realicemos más propensos seremos a acostumbrarnos a ello, al contrario, mientras más viciosas sean nuestras acciones particulares, menos hábitos virtuosos tendremos a largo plazo. Todo esto no es fácil y exige un ejercicio diario, técnicas variadas y una vigilancia constante, ya que, como decía Musonio Rufo: relajar el ánimo es casi echarlo a perder.    

Para ser un Estoico hay que comprender bien por qué lo único bueno es la virtud y lo demás debe sernos indiferente y para eso es bueno tener presentes los ejemplos de Epícteto, quien fue esclavo en la antigua Roma, además era cojo y siempre decía que la cojera era un impedimento de la pierna pero no de la voluntad. Aquí va uno de ellos:


Es mejor morir de hambre, libre de tristeza y miedo, que vivir en la abundancia, pero lleno de perturbación. Mejor que el esclavo sea malo que el estar tú de mal genio. Hay que empezar por las cosas pequeñas: se vierte el aceitito, te roban el vinito: responde que «A ese precio se vende la impasibilidad, la imperturbabilidad». Nada se consigue gratis.¹º 


La obsesión de Epícteto era la de ocuparnos de lo que depende de nosotros y no de lo que no depende de nosotros, de no preocuparnos por todas las cosas indiferentes ya sean preferibles o no. Por supuesto que es preferible que no nos roben el vino, pero si sucede, que no nos afecte también el ánimo o nos desate la ira. Sigue Epícteto:    


De nosotros dependen el juicio, el impulso, el deseo, el rechazo y, en una palabra, cuanto es asunto nuestro. Y no dependen de nosotros el cuerpo, la hacienda, la reputación, los cargos y, en una palabra, cuanto no es asunto nuestro. Y lo que depende de nosotros es por naturaleza libre, no sometido a estorbos ni impedimentos; mientras que lo que no depende de nosotros es débil, esclavo, sometido a impedimentos, ajeno.¹¹ 


Epícteto estaba convencido de que lo que dependía de nosotros eran nuestros juicios sobre las cosas; nuestras acciones, las cuales podíamos decidir; los deseos e impulsos, porque podíamos frenarlos a tiempo mediante la razón ya sea con aceptación o rechazo; y todo lo demás no. Rechazar, por ejemplo, la pobreza, la enfermedad o la muerte no tendría sentido alguno porque no está en nuestro poder. Lo que sí está en nuestro poder es soportarlas con coraje y buen ánimo. 

¿Es entonces el estoicismo una filosofía de la resignación, hay que aceptar lo que pase sin actuar? No. No plantea la inactividad y es demasiado exigente para ser una filosofía de la resignación. Primero, no se resigna a aceptar las pasiones y los deseos, los pone en duda a través de la razón. Y segundo, intenta construir, mediante el hábito, un carácter fuerte, que soporte cualquier circunstancia, que obre con justicia, siempre atento a no perder de vista las virtudes mediante un ejercicio constante:      


¿Cómo podría uno ser sensato si no se ejercita en dominar los deseos, o cómo hará sensatos a los demás siendo él mismo incontinente?¹²


El Estoico, entonces, puede aceptar acontecimientos como la enfermedad, la muerte, el destierro o los insultos de los demás, pero nunca aceptará  ser gobernado por las pasiones como la lujuria, la ira, el temor, el dolor, el deseo o el placer; por ser movimientos irracionales del alma, perturbaciones contrarias a la naturaleza racional del hombre. Así también combatirá la intemperancia o falta de moderación, a la que Zenón, fundador de la Estoa, llamaba la madre de todas las pasiones.¹³ Y no es que el estoico no sienta ira, miedo o pereza, sino que levantará su escudo a las mismas y sólo llevará a cabo acciones de acuerdo a lo que dicte la razón. Por ejemplo, Séneca, recomendaba respirar hondo y salir a dar un paseo al sentir un aumento incontrolable de la ira, para contrarrestarlo antes de obrar cegado por la misma.¹⁴ Musonio Rufo decía sobre la pereza que <<el colmo de la desvergüenza era recordar la debilidad del cuerpo en el momento de perseverar en los trabajos y olvidarla en el de seguir con los placeres>>¹⁵, y recomendaba plantearse cada día como si fuera el último, vivirlo a pleno y prepararnos para la muerte sin temerle como a un mal. 

Otro aspecto que demuestra que el estoicismo siempre fue una filosofía práctica es que la mayoría de los estoicos que conocemos eran maestros, políticos, generales y hasta emperadores. El tipo de personas que no pueden permitirse caer en el fatalismo y la inactividad.¹⁶ Incompatibles con la resignación de Epicuro, quien sugería el retiro de la política y los asuntos humanos para irse a vivir al campo y conseguir así la armonía. Los estoicos, al contrario, siempre promovieron la participación en los asuntos de la ciudad, porque se puede encontrar la armonía en cualquier situación si se usa la razón. Por ejemplo, así razonaba el emperador Marco Aurelio y preparaba su ánimo para evitar disgustos:  


Apenas amanezca, hazte en tu interior esta cuenta: hoy tropezaré con algún entrometido, con algún ingrato, con algún insolente, con un doloso, un envidioso, un egoísta. Todos estos vicios les sobrevinieron por ignorancia del bien y del mal. Pero yo habiendo observado que la naturaleza del bien es lo bello y que la del mal es lo torpe… no puedo recibir afrenta de ninguno de ellos, porque ninguno podría mancharme con su infamia. No puedo tampoco enojarme contra mi pariente ni aborrecerle porque hemos sido creados para ayudarnos mutuamente… Obrar pues, como adversarios los unos de los otros es ir contra la naturaleza: y es tratar a alguien de adversario el hecho de indignarse o apartarse de él.¹⁷


El ejercicio que propone es la preparación para un mal escenario que probablemente ocurra y para el cual necesitará recordar los principios estoicos. La anticipación le permite una predisposición correcta a la hora de enfrentarse a la situación que pondrá a prueba su carácter, como si fuera un juego donde no importa el resultado, siempre y cuando logre mantener la calma. El objetivo es el triunfo sobre sí mismo, ganando el hábito de obrar siempre de acuerdo a la razón. 

Es interesante destacar que si bien Marco Aurelio enfatiza que no puede enojarse ni aborrecer a otro hombre por sus malas acciones, porque eso sería caer en el vicio, un Estoico jamás tendrá misericordia, ni será doblegado por súplicas o perdonará delitos. El Estoico no es benevolente; a diferencia del cristiano, que pone la otra mejilla y perdona cualquier cosa, el Estoico es justo y para serlo, debe ser también implacable.¹⁸ 

¿Para qué ser un Estoico, entonces? para acostumbrarse a obrar con justicia en lo que se ha de distribuir, templanza en lo que se ha de escoger y coraje en lo que se ha de soportar. Si logramos algo de eso haremos más llevadera nuestra vida y, quizás, también la de los demás.



1- Musonio Rufo - Disertaciones y Fragmentos menores, GREDOS, Pág 162
2- Ibíd., Pág 72
3- Epícteto - Disertaciones por Arriano, GREDOS, pág 177
4- Ibíd. Pág 181
5- cf. Zenón de Citio - Los estoicos antiguos, GREDOS, Pág 121
6- Ibíd. Pág. 120
7- Musonio Rufo - Disertaciones y Fragmentos menores, GREDOS, Pág 104
8- Ibíd. 162
9- Cf. Epícteto - Manual, GREDOS, Pág 187
10- Ibíd. 189
11- Ibíd. 182
12- Musonio Rufo - Disertaciones y Fragmentos menores, Pág 94
13- Zenón de Citio - Los estoicos antiguos Pág. 129
14- Cf Massimo Pigliucci, Cómo ser un Estoico, Booklet, Pág. 169
15- Musonio Rufo - Disertaciones y Fragmentos menores, Pág 150
16- Cf. Ibíd., Pág. 44
17- Marco Aurelio, Meditaciones, Taurus, Pág 17
18- Cf. Zenón de Citio - Los estoicos antiguos Pág. 132