Posverdad

Hablamos de posverdad cuando los hechos objetivos influyen menos en la opinión pública que la apelación a emociones y a creencias personales.

Después de cosas tan irracionales como el Brexit o la victoria de Trump (la cual se apoyó en mentiras como prohibir la inmigración musulmana, la construcción de un muro frontera con México y la vuelta al proteccionismo económico) nos preguntamos: ¿La gente es idiota o algo más está pasando? La gente no es tan idiota, lo que ocurre es que estamos en la era de la posverdad y todavía no lo sabemos.

El Brexit es un buen ejemplo para comprender la posverdad. La campaña de permanencia de Inglaterra en la Unión Europea presentaba una lluvia de datos, números y gráficas que mostraban las ventajas de permanecer. Por otro lado, los propagandistas del Brexit confeccionaron un sencillo y emotivo relato basado en las quejas de la gente: “Debemos recuperar el control”, “La UE nos cuesta mucho dinero”, “hay demasiada inmigración”. Los científicos y analistas no pudieron hacer nada frente a los publicistas que apelaron a la emoción de la gente. Los hechos, números y gráficas perdieron ante las ganas de “recuperar el control” de la población inglesa.

Comprender qué quiere la gente mediante un análisis del mercado y prometerlo a través de un relato con consignas simples, aunque sea imposible de realizar en la práctica, es la estrategia ganadora de la segunda década del siglo XXI. Lo visceral triunfa sobre lo racional. La emoción reemplaza la verdad, que termina siendo lo que la gente quiere que sea: una agradable mentira.

¿Cómo llegamos a esto? El fracaso de los grandes relatos, como el del Comunismo o el de la globalización, sumado al debilitamiento de las religiones y otras instituciones, junto con los alarmantes casos de corrupción en la política mundial, han destruido la confianza en cualquier tipo de organización institucional. La gente desconfía de los políticos, de los medios, de los sacerdotes, de los expertos, de los técnicos, de la academia, etc. Entonces, como la verdad ya no está garantizada por las instituciones, se encuentra completamente devaluada. Así, pasa a competir de igual a igual con cualquier opinión, ya sea un video de Youtube que dice que la tierra es plana, una noticia falsa sobre el fin del mundo colgada en Facebook o un Tweet de una de miles de cuentas de bots que pretenden confundir o distraer la opinión pública. Estamos ante una explosión de información y absolutamente ningún tipo de autoridad para discernir la veracidad de la misma. Quienes comprenden bien esto lo utilizan para su propio beneficio. Por ejemplo, si un grupo de científicos descubre que tal o cual alimento es malo para la salud y publica un artículo en una revista académica, basta con que la compañía que lo produce, anónimamente, bombardee la internet con fake news mostrando resultados opuestos a los reales e inventando un relato de por qué su producto hace más feliz a la gente. Parece exagerado pero esto ocurre y funciona. Muchas veces el objetivo no es cambiar la mentira por verdad, sino, simplemente, generar confusión para llegar a un status quo a fin de mantener vivo el debate y neutralizar la verdad.

Además del debilitamiento de la verdad debemos destacar otro hecho importante de la era de la posverdad: hemos regalado demasiada información sobre nosotros mismos. Nuestros gustos, intereses, opiniones, incluso las palabras que ponemos en los motores de búsqueda sirven a empresas como Cambridge Analytica para generar perfiles sobre los futuros consumidores y votantes, es decir, nosotros. Esos perfiles forman parte de grandes bases de datos (Big Data) y son procesados para generar segmentos de población a los cuales bombardear con diferentes noticias y publicidades según sus intereses. Las redes sociales y los motores de búsqueda nos siguen mostrando siempre lo que nos gusta porque somos más propensos a hacer clic en algo parecido a lo que hemos cliqueado antes. Por ejemplo, si buscamos información sobre la tierra plana hoy, mañana en la sección noticias veremos seguro alguna noticia  sobre la tierra plana, y si entramos en ella es probable que cada día el buscador nos sugiera ese tema. ¿Por qué insistimos con esto? Porque al buscador y a las redes no les interesa que algo sea veraz para mostrárnoslo, simplemente, nos muestran cosas que saben que buscamos. Podemos encerrarnos así infinitamente en nuestro propio mundo de artículos falsos, memes y videos basura. Alguien podría afirmar “He visto cientos de artículos confirmando que la tierra es plana” y estaría diciendo la verdad, porque ha visto cientos de artículos así en su feed cada día. “Feed” significa “alimentar” y nos están alimentando cada día con mucha basura. 

No se puede volver atrás, la desconfianza en las instituciones es un hecho, por lo tanto no se puede restaurar ninguna confianza, sino radicalizar la desconfianza desconfiando también de las redes e Internet. Somos propensos a consumir solo lo que nos gusta y a alejarnos de lo que nos contradice. Buscamos evidencias que confirmen nuestras creencias y no que se opongan a ellas. Quizás debemos mejorar nuestro criterio y desconfiar incluso de nuestras propias creencias, convertirnos en editores de contenido, contrastar la información, ver puntos de vista radicalmente opuestos al nuestro, chequear las fuentes, la historia y los medios de lo que leemos, además de debatir sesudamente entre nosotros. 

La ilustración digital no se basa en el volumen de contenido que veamos, sino en la calidad del mismo y la verdad no siempre va a corresponderse con lo que nos gusta, hay que abrazarla por su propio valor.


*- Comentario del libro: Posverdad, La nueva guerra contra la verdad y cómo combatirla de Matthew d'Ancona