Epicuro: piense y no se haga rico
Cuando ante los ojos de todos yacía vergonzosamente en tierra la vida humana abrumada bajo el peso de la religión...un hombre de Grecia se atrevió a levantar en su contra sus ojos mortales y enfrentarse el primero a ella. A él no lo detuvieron ni las leyendas de los dioses, ni los rayos, ni el cielo con su amenazante bramido. (Lucrecio)1
Para Epicuro toda la naturaleza consiste en dos cosas: átomos y vacío. El tiempo no existe por sí, sino que es algo que se comprende a través del cambio de las cosas. Tampoco hay orden, plan o inteligencia en la naturaleza. Los átomos se mueven azarosamente. Hay un componente de libertad en cada átomo que produce pequeños movimientos erráticos, lo que genera, finalmente, un sistema inestable: cualquier permanencia es un préstamo que volverá al caos, donde todo siempre se renueva. Tanto los cuerpos como las almas morirán y, si los dioses existen, no se ocupan en absoluto de los asuntos humanos, nos ignoran, por lo que nosotros deberíamos hacer lo mismo. Epicuro nos deja por fin solos y libres, en su mundo, donde lo que tiene valor es el placer, la amistad y el conocimiento.2
Su Filosofía es la propuesta de una cura contra el temor. Una medicina para el alma perturbada. Por eso desarrolla el cuádruple remedio, para evitar el temor a los dioses, a la muerte, al dolor y al mismo placer. Sobre la muerte dice que no es nada para nosotros, por que cuando nosotros existimos, la muerte no está presente, y cuando la muerte se hace presente, nosotros no existimos3. Adiós al supuesto peor de los males. Sobre el dolor dice que es fácil de soportar y del placer que es fácil de conseguir. Y aquí viene la parte más profunda de su ética de la moderación, donde hace una distinción entre los placeres: Los distingue en activos: aquellos que requieren actualización permanente, como comer doritos o tomar drogas o pasivos: aquellos que se producen por la ausencia de perturbación. Epicuro siempre va a preferir los últimos. No tener hambre, no tener sed y no tener frío ya es un placer y poder procurarse eso debería ser suficiente. ¿Y qué hacemos con nuestros deseos? Nadie se queda tranquilo con tan poco, menos en esta época de influencers. Epicuro responde: <<Nada es suficiente, para quien lo suficiente es poco>>4 y propone parar un poco con la desmesura deseante y someter a análisis a cada deseo preguntándose: ¿Qué sucederá si se cumple el deseo que persigo? ¿Y si no se cumple?5 Además sugiere una clasificación de los deseos como naturales necesarios, naturales no necesarios y vanos. Los deseos naturales y necesarios son los que sirven para eliminar los dolores del cuerpo, por ejemplo comer un poco de pan si tenemos hambre, beber agua si tenemos sed o cubrirse con una manta si tenemos frío. Los no necesarios son variaciones de los deseos naturales necesarios, producen un exceso en el placer que podría ser evitado sin que esto nos ocasione un dolor, por ejemplo: comer manjares y vestirse con ropa de Versace. Por ultimo, los deseos vanos son la obtención de riquezas, la fama y la gloria. Sobre estos últimos Epicuro dice: <<una vida libre no puede llegar a poseer muchas riquezas, por que estas no son fáciles de alcanzar sin servir a la multitud o a los poderosos>>. Al final para obtener riquezas se pierde tiempo y tranquilidad, parecido a lo que decía Mujica: <<Cuando comprás algo, no lo compras con plata, lo compras con el tiempo de vida que tuviste que gastar para tener esa plata>>6 A fin de cuentas, la austeridad se traduce en más tiempo, más libertad y menos preocupaciones para el epicureo. Respecto al dolor, no huye de él, asume que para lograr placeres mejores y más duraderos debemos soportar algunos dolores. Por ejemplo, los dolores en los músculos al hacer ejercicios en la práctica de la gimnasia, que nos aseguran el placer duradero de la salud o las perturbaciones que causan los deseos que debemos desechar por vanos.
El hedonismo de Epicuro busca la ataraxia (imperturbabilidad), un estado de calma en el cuerpo y en el alma, perfecto para disfrutar de una vida tranquila. Quizás es demasiado racional, sin embargo, nos sirve mucho para pensarlo como antídoto en una época de consumo, exigencia de rendimiento y desenfreno en los placeres. Epicuro pone el énfasisis en gobernarse a uno mismo y en la libertad, cuidándose de los deseos desmesurados, de los placeres adictivos, de los reconocimientos públicos innecesarios, de la política en la que hay que corromperse y de la riqueza que no es necesaria en absoluto para la felicidad. Epicuro podría haber escrito un libro de autoayuda: "Piense, y no se haga rico".
¿Quién no pensó alguna vez irse lejos del caos de la ciudad y salir del sistema, para dedicarse a una vida tranquila, austera y feliz con sus amigos? Epicuro no solo lo pensó, lo hizo. Fundó una academia en una casita alejada de la ciudad a la que llamaban “el jardín”, vivió ahí con amigos y amigas de la Filosofía y murió después de tomarse un vasito de vino, rodeado de gente querida, a quien les dejó esta vacuna contra la frivolidad, que sigue vigente dos mil años después.
2 - Cf. García Gual - Epicuro el Libertador