Byung-Chul Han: Cansados y transparentes

Los filósofos crean conceptos. Los conceptos nos sirven para pensar la realidad, entenderla y también transformarla. Uno de los filósofos más prolíficos de la actualidad es un profesor coreano de la Universidad de Artes de Berlín. Hay que reconocerle a Byung-Chul Han el esfuerzo de escribir sobre el presente, creando conceptos que explican lo cotidiano y permiten desactivar, por momentos, los síntomas de la época.

Para Han nuestra sociedad es la sociedad del cansancio. Vivimos obsesionados con el rendimiento, la eficiencia y la actividad. Creemos que lo podemos todo. Queremos hacer cada vez más y más rápido. Consumir todas las experiencias y novedades, trabajar muchas horas, entrenar, salir y tener muchos hobbies. También atender a todos los talleres y formarnos permanentemente, pero sin olvidarnos de viajar. Nos exigimos un rendimiento que hace que nos explotemos cada vez más. 


A partir de cierto punto de productividad, la técnica disciplinaria, es decir, el esquema negativo de la prohibición, alcanza su punto límite. Con el fin de aumentar la productividad se sustituye el paradigma disciplinario por el de rendimiento, por el esquema positivo del poder hacer… La positividad del poder es mucho más eficiente que la negatividad del deber.1


Ya no tenemos los látigos en la espalda de la vieja sociedad disciplinaria de las fábricas, ahora somos emprendedores y empresarios. Nos autoexplotamos creyendo que nos estamos realizando, cuando en realidad estamos siempre cansados y al borde del colapso. La exigencia de rendimiento es una forma de dominación muy parecida a la libertad, pero es un error creer que se es más libre por estar más ocupado. Han llama psicopolítica a esta explotación sin dominio2, a este poder casi invisible y positivo que controla nuestras vidas y nos hace esclavos de nosotros mismos


Además de estar cansados, vivimos en una dictadura de la transparencia. Parece haber una obligación de exponerse. No tener redes sociales, no mostrarse gratuitamente y regalar nuestras fotos a google o facebook es considerado sospechoso. Hay, en general, una divulgación voluntaria de la vida privada que obedece a lo que Han llama la cultura del like: mostrarse para ser aceptado. Esta sobreexposición por un lado nos hace absolutamente visibles al mundo y, por el otro, nos encierra cada vez más en el espejo negro del smartphone. Somos productores y consumidores de contenido. 


La coacción de la transparencia nivela al hombre mismo hasta convertirlo en un elemento funcional del sistema. Ahí está la violencia de la transparencia.3 


“Si no subo fotos a Insta, no me hablan los chicos” decía una de mis alumnas de diecisiete años, a lo que otra agregaba: “mientras más piel, mejor”. La obligación de que las niñas se muestren todo el tiempo en redes sociales no es una nueva forma de libertad, es la coerción y violencia de un sistema que domina de manera sutil. 

Cansados y transparentes alimentamos con nuestra información al “Big Data”. Esta gran acumulación de nuestros datos es utilizada por la psicopolítica para intervenir directamente en nuestro pensamiento. Porque al final del día, cuando se apaga todo y sólo queda la luz azul del teléfono, somos alimentados con contenido y publicidad seleccionada por un algoritmo según nuestros gustos. Esto nos empuja a ser cada vez más iguales, a repetirnos a nosotros mismos y a encerrarnos en una autorreferencia que oculta todo lo diferente. 


La comunicación alcanza su máxima velocidad allí donde lo igual responde a lo igual, cuando tiene lugar una reacción en cadena de lo igual.4 


El Infierno de lo igual es un lugar donde no hay conflicto ni rozamiento, vemos lo que queremos, vemos a la gente que opina como nosotros y lo demás desaparece, lo demás no existe y es expulsado de nuestras vidas. Finalmente, no hay un otro. Por eso Han insiste en que hay mucha conexión pero poca comunicación. Y podemos notar que cada vez chateamos menos con otros, conversamos menos, nos mandamos memes y videos, videos cada vez más cortos donde todo se vuelve más rápido, hasta que la velocidad rompe la temporalidad y ya no podemos ni recordar lo que vimos. La velocidad de la comunicación genera un problema con la temporalidad, cada momento es discreto y está desconectado del siguiente. La realidad se fragmenta, se torna una acumulación de instantes. Pasamos de una cosa a otra en segundos y el scrolling es infinito, pero nosotros no. Ya no hay ni siquiera información, es ruido.


El phono sapiens cree que solo está jugando, pero en realidad lo están explotando y lo manejan por completo… Permiten que las plataformas digitales analicen a la persona como si la radiografiaran, y que controlen su comportamiento en un nivel prerreflexivo.5 


Hasta ahora hemos dado las herramientas a la psicopolítica para que pueda manipularnos, condicionarnos y convertirnos en meros consumidores aislados. Autoexplotados y desesperados por exponer nuestras vidas en las redes, somos los yonkis de la dopamina del like. Saberlo, de algún modo, debería romper el hechizo.6



1- Byung Chul Han - La sociedad del cansancio. Pág 11
2- Cf Ibíd. Pág 21
3- Byung Chul Han - La sociedad de la transparencia. Pág 4
4- Ibíd. Pág 3
5- Byung Chul Han - La crisis de la narración. Pág 45
6- Como siempre me fuí un poco por las ramas. Es probable que haya forzado conceptos de Han a mi conveniencia. Esto es un ensayo, no un resumen del pensamiento de Han. Lean a Han, también el libro ¿Por qué no leer a Byung-Chul Han? donde se crítican sus principales tesis.