La cultura del FOMO

La mayoría de los hombres, Kamala, son como las hojas que caen y revolotean indecisas, en el aire, antes de ir a parar al suelo. Otros son más bien como los astros: siguen una ruta fija, ningún viento los alcanza y llevan en su interior su propia ley y su trayectoria.1

FOMO (del inglés fear of missing out, «temor a dejar pasar» o «temor a perderse algo») es la idea de que «otros podrían estar teniendo experiencias gratificantes de las cuales uno está ausente». Algunos lo definen como una ansiedad social que​ se caracteriza por «un deseo de estar continuamente conectado con lo que otros están haciendo». FOMO también se define como un miedo al arrepentimiento,​ una preocupación compulsiva de que uno pueda perder una oportunidad de interacción social, una experiencia novedosa, una inversión rentable u otros eventos satisfactorios.2

Actualmente nos parece que hay demasiadas opciones porque hay demasiada información. El hecho de poder ver en vivo lo que están haciendo miles de personas por redes es ruidoso y nos abruma. El resultado de intentar manejar tanta información y tantas opciones puede resultar paralizante.  

Siempre que elegimos vamos a perdernos algo, es nuestro modo de ser. De ninguna manera podemos vivir una vida cuántica y explorar todas las opciones al mismo tiempo y de manera consciente. No podemos afirmar si es bueno o malo el perder todas las posibilidades que no se han actualizado en función de una posibilidad efectiva, pero es algo que debemos aceptar como parte de nuestra condición humana. Somos, a fin de cuentas, lo que elegimos. 

Siempre elegimos porque, como decía Sartre, no elegir es también elegir. No podemos evitar elegir, pero sí podemos elegir de forma débil o poco comprometida. Aquí es donde el FOMO hace el mayor daño, porque si bien elegimos una opción, la abrumadora variedad hace que dudemos de esa elección y que, en el peor de los casos, la descartemos rápidamente por otra sin sostenerla lo suficiente como para que dé frutos.  Por ejemplo, podemos elegir tocar la guitarra, pero una vez que compramos una y vemos lo difícil que es al comienzo, decidimos probar el ukelele y luego quizás el bajo o saltamos directamente a otra actividad que no tenga que ver con la música. Es una mezcla de pereza y FOMO lo que termina destruyendo el compromiso con ciertos hábitos y elecciones. La pereza nos hace soltar rápido ante el menor esfuerzo o dolor y el FOMO nos seduce con una nueva opción a explorar que promete ser más placentera.

Hoy está muy de moda la idea oriental de soltar y fluir, el “ser como el agua”, pero eso no puede usarse como excusa para no comprometerse con nada y no profundizar en nada. Fluir como un río en una frenética e itinerante búsqueda del placer no es el sentido del “hacer no forzado” o “wu wei” taoista. Es todo lo contrario. Cualquier arte Zen, ya sea la caligrafía o el tiro con arco, precisa de diez años de estudio para conseguir ese fluir. El fluir es la condición del maestro y esa maestría lleva mucho tiempo y esfuerzo. Precisamente Bruce Lee, quien, en una famosa entrevista dijo aquello de “ser como el agua”, practicó artes marciales con suma dedicación desde los trece años hasta los últimos días de su vida. El camino para llegar al estado del fluir comienza con una elección sostenida en el tiempo. Es largo, pedregoso, requiere mucho compromiso y no ofrece ninguna garantía. Es todo lo opuesto a la itinerancia que practica la cultura del FOMO, que hace un poquito de cada cosa sin profundizar en nada, sin saborear o masterizar nada.  

El FOMO es no querer perderse nada. Es avaricia por un lado y también es no querer pensar, deliberar y decidir. Muchas veces es cómplice de postergar y procrastinar decisiones importantes, en función de perseguir un placer instantáneo que se nos ofrece como ilusión o consumo. Por eso deja huella en esta época, porque la tentación de postergar es enorme. Hay una actualización infinita de novedades que pueden absorber miles de horas: cursos, talleres, series, películas, juegos, fiestas, drogas, tiktoks, reels y noticias minuto a minuto. Todo gravita para generar una incapacidad para hacer cualquier otra cosa que no sea perseguir el placer efímero. Mark Fisher definió al mal de nuestra época como “Hedonia Depresiva”, donde cualquier cosa que no sea buscar el placer se descarta o se posterga. El problema es que el placer actual requiere una actualización tan rápida que no nos hace felices y libres, sino ansiosos y esclavos. Es que la libertad no se trata de no tener compromiso con las cosas, al contrario, se fundamenta en el autogobierno de poder elegir racionalmente y poder sostener esas elecciones que nos definen ante las distracciones que abundan. No hay libertad sin voluntad y la hedonia depresiva es un aniquilador de la voluntad.  

Presos del FOMO, pasamos la vida y las experiencias como si fueran reels, lo probamos todo, pero no elegimos ni profundizamos nada. Diez segundos de algo y a otra cosa. Sin comprometernos con nada ni nadie, ni con los hobbys, ni con el arte, ni con el trabajo, la profesión o el amor. Nos dicen que hay que "soltar" y "fluir", soltar todo rápido, para no perderse lo siguiente y lo siguiente y lo siguiente... 

Fluir en una corriente acelerada artificialmente, no es otra cosa que lo que le explicaba Sidharta a Kamala en el libro de Hesse: Hombres como hojas, llevadas por el viento, sin voluntad ni afirmación. Sin afirmación, sin autogobierno, corremos delante de los látigos del FOMO hacia nuevas y exóticas experiencias, sin poder detenernos a saborear nada, con la ansiosa sensación de habernos perdido algo, de estarnos siempre perdiendo algo. Es ese miedo a perdernos algo lo que nos pierde a nosotros mismos en distracciones; rebalsamos nuestras agendas y terminamos descontentos porque siempre algo nos falta porque nada es suficiente. Tenemos que frenar.


Todo en esta vida lo hemos recibido de regalo, en realidad no nos falta nada.3


Quizás algo nos falta. La paz y tranquilidad que se siente al elegir. Elegir con compromiso quiénes queremos ser, quienes no queremos ser y cuál es nuestro arte. Para luego, dedicarnos a él con paciencia. 



1. HESSE H. - Siddhartha
2. Cf. FOMO - Wikipedia
3. KODO SAWAKI - El Zen es la mayor patraña de todos los tiempos